Difíciles son los días que nos han tocado vivir. Recuerdo hace cuestión de un año cuando únicamente sobrevivía, trabajando poco y malviviendo mucho. Siendo entonces un caso poco usual y siendo lo general ahora. Hoy aquellas noticias que antes quedaban cerca las tenemos en casa. Quién no conoce esa oficina de la Rochapea o casos de actos tan inhumanos como la privación involuntaria del hogar a vecinos.
Compartiré mi caso en concreto. El cual por razones que se
considerarán obvias a lo largo de este artículo, no fue público. Hablo de esa
palabra que tristemente ha sido desvirtuada con los años, o indiscriminadamente
atribuida a grupos que acostumbramos a excluir socialmente. Pero en mi caso
solo era un joven del barrio que trabajaba poco, sobrevivía felizmente y
sonreía con la orgullosa idea de vivir en una casa ocupada.
“Corría una hermosa tarde de otoño,
donde tanto a mí como a mis compañeros de piso, nos hacían gracia las facturas
del piso donde pagábamos alquiler. Gracia porque empezaban a acumularse".
Cuando en uno de nuestros paseos matutinos por las bonitas
calles del barrio, golpeaba nuestra inquietud juvenil la imagen de tantas
persianas bajadas, bailaban a nuestro alrededor esas historias leídas o mal
contadas por los medios donde un grupo de jóvenes hacia uso del derecho a la
vivienda mediante la ocupación. Ejemplos lejanos pero que el hecho de pensar en
realizarlos hacia aparecer una
imborrable sonrisa en nuestro rostro.
Cuan bonito fuel el día en el que tras las labores propias
de “acondicionamiento”, presentarse a la vecindad como unos nuevos inquilinos
en el bloque, de carácter diferente al que estoy seguro que imaginaban, reíamos
y brindábamos con gaseosa en nuestro nuevo lugar para vivir, quién sabía por
cuánto, pues era propiedad según unos papeles, de un querido banco. Jajajaj.
Obviamente al banco no le gustó que unos jóvenes, que seguro
que ni estudiaban, ni trabajaban, ni tenían amigos, ni sabían escribir y se
drogaban mucho, definición propiamente dicha de ocupas, harían uso temporal de
“SU” piso. El cual un día robaron a una familia y el que tenían abandonado por
los años de los años, sin pagar por cierto ni siquiera la comunidad o hacer
esos turnos de limpieza de portal.
Aquel bonito sueño fue realizado, y duró 8 maravillosos
meses, ¡quién lo iba a decir! Entre nuestros amigos, familiares, compañeros de
clase o de trabajo, o gente del barrio con la que compartíamos alguna cañita,
había quien no daba un duro, había quien nos ayudó en todo momento y hay quien cogió esta experiencia como
ejemplo.
Hablemos de propiedad. Y pregunto, ¿qué tiene tan especial
que nos hace sentir mejores el poseer?
A día de hoy, juventud de la que este barrio puede sentirse
orgullosa, lleva trabajando con esmero la problemática de vivienda, dinámica en
la que participa con el conjunto del barrio en la lucha por paralizar
desahucios, y donde se esfuerza por crear alternativas reales para solventar
necesidades juveniles, en este caso de emancipación.
A su vez, protagonistas de proyectos personales como esta última
experiencia contada, llevamos realizado
ya un trabajo de campo en el desarrollo de una de las alternativas más directas
de esta contienda. La ocupación de casas vacías.
Casas propiedades de aquella lacra, que con sus intereses y
amparados por la ley hacen cada día que esta sociedad sea más miserable.
Aquellas propiedades abandonadas, de quien más las necesitan, como bancos, administración
“que risa me da pública”, las socialmente volcadas inmobiliarias o con la
iglesia hemos topado.
En una de las labores básicas de este trabajo social, te
encuentras con que un gran número de casas vacías responden a una propiedad
privada, pertenecientes a vecinos a veces,
en eterna venta o en la búsqueda de un alquiler sin éxito, vacías todas
con diferentes realidades. Algunas responden a un tristemente normalizado
nombre, como es el de segunda vivienda. Un tema que lejos de carecer de
importancia, me gustaría abordar.
No sin antes expresar un deseo reivindicador que se podría resumir en los
siguientes lemas:
¡Administración, alquiler social ya! ; ¡La ocupación de
propiedades abandonadas no es delito!
Aunque sin saber demasiado de la vida puesto que soy joven,
realmente sí que sé de la vida. Por lo que sé que tales reivindicaciones, no
son de ayer, pero sí es de hoy realidad que podemos esperar sentados. O podemos
ponerlas en práctica sin esperar a que lo hagan. En eso sin duda tiene
experiencia la Txantrea. Pues la ocupación no será delito, si no delatas a tus
nuevos vecinos con los que hay un entendimiento de convivencia ya que conoces
la realidad de ese piso o la situación de tus hijos, las hijas de... o los
sobrinos de...o...
...O el alquiler social tendrá un nombre para la
administración y otro bien diferente para las Txantreanas. Idea que hay para
quien es una locura, y hay quien la pone en práctica en esa segunda vivienda
que le sobra y la alquila, en muchos
casos a alguien conocido, a cambio de un alquiler simbólico. Lo que me lleva a
la conclusión, en la que apelando a este sentimiento de barrio, podemos solventar
de un modo satisfactorio, lejos del económico, necesidades básicas como
decíamos antes, de la hija de, sobrina de, hermano de... Habrá quien piense que
su caso sería el único y raro, yo pienso que sería un ejemplo.
Por último me gustaría hacer un llamamiento a la juventud de
este barrio a ocupar esas viviendas vacías de bancos y demás administraciones,
es posible y no estáis solos, a su vez que a participar en las dinámicas de
barrio en torno al tema (como el grupo Etxebizitza TX del Movimiento Juvenil, la Oficina de Emancipación...). Un llamamiento a la vecindad a
apoyar este tipo de dinámicas y a los poseedores de segundas viviendas a que
reflexionen por un instante en torno al tema, al fin y al cabo la propiedad no
importa, solo queremos un lugar para vivir.
Relato de un joven usurpador
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