martes, 24 de marzo de 2015

UN LUGAR PARA VIVIR. Relato de un joven usurpador.


Difíciles son los días que nos han tocado vivir. Recuerdo hace cuestión de un año cuando únicamente sobrevivía, trabajando poco y malviviendo mucho. Siendo entonces un caso poco usual y siendo lo general ahora. Hoy aquellas noticias que antes quedaban cerca las tenemos en casa. Quién no conoce esa oficina de la Rochapea o casos de actos tan inhumanos como la privación involuntaria del hogar a vecinos.

Compartiré mi caso en concreto. El cual por razones que se considerarán obvias a lo largo de este artículo, no fue público. Hablo de esa palabra que tristemente ha sido desvirtuada con los años, o indiscriminadamente atribuida a grupos que acostumbramos a excluir socialmente. Pero en mi caso solo era un joven del barrio que trabajaba poco, sobrevivía felizmente y sonreía con la orgullosa idea de vivir en una casa ocupada.

Corría una hermosa tarde de otoño, donde tanto a mí como a mis compañeros de piso, nos hacían gracia las facturas del piso donde pagábamos alquiler. Gracia porque empezaban a acumularse".

Cuando en uno de nuestros paseos matutinos por las bonitas calles del barrio, golpeaba nuestra inquietud juvenil la imagen de tantas persianas bajadas, bailaban a nuestro alrededor esas historias leídas o mal contadas por los medios donde un grupo de jóvenes hacia uso del derecho a la vivienda mediante la ocupación. Ejemplos lejanos pero que el hecho de pensar en realizarlos hacia aparecer una  imborrable sonrisa en nuestro rostro.

Cuan bonito fuel el día en el que tras las labores propias de “acondicionamiento”, presentarse a la vecindad como unos nuevos inquilinos en el bloque, de carácter diferente al que estoy seguro que imaginaban, reíamos y brindábamos con gaseosa en nuestro nuevo lugar para vivir, quién sabía por cuánto, pues era propiedad según unos papeles, de un querido banco. Jajajaj.

Obviamente al banco no le gustó que unos jóvenes, que seguro que ni estudiaban, ni trabajaban, ni tenían amigos, ni sabían escribir y se drogaban mucho, definición propiamente dicha de ocupas, harían uso temporal de “SU” piso. El cual un día robaron a una familia y el que tenían abandonado por los años de los años, sin pagar por cierto ni siquiera la comunidad o hacer esos turnos de limpieza de portal.
Aquel bonito sueño fue realizado, y duró 8 maravillosos meses, ¡quién lo iba a decir! Entre nuestros amigos, familiares, compañeros de clase o de trabajo, o gente del barrio con la que compartíamos alguna cañita, había quien no daba un duro, había quien nos ayudó en todo momento y  hay quien cogió esta experiencia como ejemplo.

Hablemos de propiedad. Y pregunto, ¿qué tiene tan especial que nos hace sentir mejores el poseer?

A día de hoy, juventud de la que este barrio puede sentirse orgullosa, lleva trabajando con esmero la problemática de vivienda, dinámica en la que participa con el conjunto del barrio en la lucha por paralizar desahucios, y donde se esfuerza por crear alternativas reales para solventar necesidades juveniles, en este caso de emancipación.

A su vez, protagonistas de proyectos personales como esta última experiencia contada, llevamos  realizado ya un trabajo de campo en el desarrollo de una de las alternativas más directas de esta contienda. La ocupación de casas vacías.

Casas propiedades de aquella lacra, que con sus intereses y amparados por la ley hacen cada día que esta sociedad sea más miserable. Aquellas propiedades abandonadas, de quien más las necesitan, como bancos, administración “que risa me da pública”, las socialmente volcadas inmobiliarias o con la iglesia hemos topado.

En una de las labores básicas de este trabajo social, te encuentras con que un gran número de casas vacías responden a una propiedad privada, pertenecientes a vecinos a veces,  en eterna venta o en la búsqueda de un alquiler sin éxito, vacías todas con diferentes realidades. Algunas responden a un tristemente normalizado nombre, como es el de segunda vivienda. Un tema que lejos de carecer de importancia, me gustaría abordar.

No sin antes expresar un deseo  reivindicador que se podría resumir en los siguientes lemas:
¡Administración, alquiler social ya! ; ¡La ocupación de propiedades abandonadas no es delito!

Aunque sin saber demasiado de la vida puesto que soy joven, realmente sí que sé de la vida. Por lo que sé que tales reivindicaciones, no son de ayer, pero sí es de hoy realidad que podemos esperar sentados. O podemos ponerlas en práctica sin esperar a que lo hagan. En eso sin duda tiene experiencia la Txantrea. Pues la ocupación no será delito, si no delatas a tus nuevos vecinos con los que hay un entendimiento de convivencia ya que conoces la realidad de ese piso o la situación de tus hijos, las hijas de... o los sobrinos de...o...

...O el alquiler social tendrá un nombre para la administración y otro bien diferente para las Txantreanas. Idea que hay para quien es una locura, y hay quien la pone en práctica en esa segunda vivienda que le sobra y  la alquila, en muchos casos a alguien conocido, a cambio de un alquiler simbólico. Lo que me lleva a la conclusión, en la que apelando a este sentimiento de barrio, podemos solventar de un modo satisfactorio, lejos del económico, necesidades básicas como decíamos antes, de la hija de, sobrina de, hermano de... Habrá quien piense que su caso sería el único y raro, yo pienso que sería un ejemplo.

Por último me gustaría hacer un llamamiento a la juventud de este barrio a ocupar esas viviendas vacías de bancos y demás administraciones, es posible y no estáis solos, a su vez que a participar en las dinámicas de barrio en torno al tema (como el grupo Etxebizitza TX del Movimiento Juvenil, la Oficina de Emancipación...). Un llamamiento a la vecindad a apoyar este tipo de dinámicas y a los poseedores de segundas viviendas a que reflexionen por un instante en torno al tema, al fin y al cabo la propiedad no importa, solo queremos un lugar para vivir.

Relato de un joven usurpador

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